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Una conversación pudo llegar a darme aún más tranquilidad de la que ando intentando sostener y mantener.
Y no fue precisamente una charla con la persona que me tendría que aclarar las cosas, sino un amigo.
Por suerte con sus palabras pude aclarar más mi cabeza, mis pensamientos, y dejar de tambalear como un trampolín. No sé cuánto me durará esta especie de paz, pero sé que lo dicho por él entro por mis oídos y se quedó en mí dando vueltas, cuestionándome a mí misma y respondiéndome con claridad.
Siempre lo supe, y cada vez lo sé más: cuánto valgo.
Y si alguien no lo aprecia lo suficiente, no lo valora, no lo toma en cuenta, sé que debo dar la vuelta y retomar mi camino sin esa persona. Aunque a veces cueste.
Siento con más intensidad que debo borrarme de esa historia. Todo fue fantasmal, pero real. Inexistente pero fuerte. Precioso pero inconciso. Es increíble como de un momento a otro (y entre un lapso demasiado corto, demasiado corto) una persona pueda cambiar tanto hacia otra.
Y sí, me van a quedar dudas, preguntas llenas de incertidumbre. Pero esto ya no tiene sentido. Lo bueno dura poco pero nunca me pasó que fuera tan inesperado como el apagón del sol en invierno.
¿Decepción? No sé. A eso se le llama, creo, cuando ya tenés una imagen bastante pronunciada de alguien. La verdad ni sé qué me quedó como "su imagen". Fue lo más inestable e irregular que conocí en mi corta vida.
Una pena, sí. Pero claramente no estábamos en la misma órbita, ni deseando lo mismo, ni en la misma sintonía. O... lo estuvimos pero sólo por un rato.